Llevo el registro, negro, de la forma que me sigue aún sin quererlo. La que pretende pintarme nunca acierta la silueta. Intento ayudar. Hago la morisqueta rutinaria con que procuro repetirme para vivir, y silente, escucho el desacierto que me nombra cada vez.
Con paciencia de condenados, en terca marcha ambos.
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